Otoño en los castaños
Quiero morir de amor esta tarde en el campo.
Estoy echado solo, con Dios y mi poesía,
sobre la tierra húmeda del castañar que el viento
del otoño descrencha con su peine de frío.
Mátame dulcemente, muerte que nos acechas:
ven ahora callada, ven ahora, callada
por el sendero, ahora que el corazón me tiembla
de amor, que todavía puedo darlo sangrante
y destrozado pero como una fuente puro.
Ven que quiero contarte esta tarde en el campo,
a ti, que sólo tú podrías consolarme,
todo el amargo cauce de mi llanto secreto,
a ti, que eres la única confidente que calla.
Un pájaro vuela por los pinos. ¿Son tus alas
las que mueven las nubes brillantes por el cielo
o vendrás cautelosa avanzando en la sombra,
y no oiré ni el crujido de las hojas pisadas?
Si eres libertadora de todo sufrimiento,
no, no vengas ahora a esta cita en el campo,
si te llamo no quiero el olvido en tu sueño
sino el quedar por siempre eterno en mi recuerdo.
Ven pronto, pronto, muerte. Ven, muerte, que te llamo,
antes que el corazón se me enturbie de odios
y me ciña el deseo con sus llamas ardientes.
Antes de que despierte el desprecio dormido,
ven, y en tu dura piedra, haz mi dolor eterno.
Ven, muerte, que no quiero olvidar, y ya veo
al fondo del dolor la aurora del olvido.
Ven, que quiero morir esta tarde en el campo.
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