Acontecimiento
(2008) |
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Parte primera
Largo, en el extraño día |
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Dos poemas
sobre la pobreza
I
Hay varios melocotones en su rama, una longitud de cielo abarca el sendero de árboles. La niña hace en el suelo un dibujo con hierba. Si se replegasen las nubes, si hubiese un poco de agua, si se inclinase algún tronco. No lo parece. Años más tarde. No, años no. Fue al caérsele.
II
Lo mismo es en una habitación. Objetos marcan su ruta. Habría que dejar que el sol la inundase. Eso piensa. Eso no piensa. Resol en las áreas vacías. Coincidencia. Las mondas del fruto y todo el ahínco que pone para que no se dispersen en el plato. |
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Sin dolor
Los primeros días fueron un poco amargos, me refiero a que la sensación se te ponía en la espalda y se cumplía el designio. Era un dolor como ajeno un exceso de intimidad con ella, un ir y venir de recuerdos que se tropezaban. ¿Cómo manifestarlo? Si andabas apresurada, la calle no podía, si por el rabillo del ojo entraban las esquinas adorables hechas de cemento, claro, también de vidrios, y qué escaparates. Una hermosa lata de atún del sur, la sonrisa de la mujer del dibujo, oh, qué momento, mi madre poniendo la mesa había sacado del cesto cien gramos de todo el porvenir que le quedaba.
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Mirada penetrante
La mañana, un tizne que todo lo rodea para volver a saber a estar sola un poco menos. Ésa fue la primera vez que tuve que aguantarme. Bajaban los autobuses crispados yo no regresaba. Si me abandonas, ¿qué otra cosa puede caer? Los olmos por ejemplo, en el retrato, bajo la ventana de las viviendas atravesadas por la moto, y un porvenir junto a la compra: era la delicia. Tenía la obligación de no ser desagradable. Todo eso ya quedó escrito, ¿lo sabías? Me aturdes en este contexto donde se une a lo escaso, lo evidente. |
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Ante un café
Cuando su verdadera naturaleza se reveló, había ánforas viejas enfrente, y martini, eso le encanta, un buen trago y todo parece desubicarse. Ah, la razón que ordena los lugares donde no se habita. |
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Extravío
Viajamos. En un lugar preciso inexpresivas bajamos la maleta. El rumor da paso a la escalera y después nos rodeamos con los brazos. Abre una. La otra no sabe si la emoción durará, sabe que en el fondo, muy en él, una lluvia de cosas tontas comenzará a anegar un poco la pared. Chiquillería y portazos. Suave viento que estrena la ciudad. La silueta de ambas en un futuro ya lejano. Se deduce en ese instante, un hermoso minuto, y si la pena es una alteración depresiva del ánimo cuando se pierde algo, la melancolía surge cuando el objeto extraviado es una misma. |
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El sueño
de la bordadora
Eran las seis, atardecía, un enorme bloque de pisos tejió una sombra enmarañada que se detuvo en mi cuaderno, lo que viví enhebra existencia. Algunas veces, la amenaza se cae conmigo, y os veo a casi todas, convocadas en un trajín que apenas recuerdo. Parece ser que fuisteis aunque baje la cabeza y todo lo que recuerde sea la sombra. Un alegre plato de comida china me regresa a los cuerpos que fui, nos paseamos en ciudades diversas. |
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De viaje a
la ciudad perdida
Una sensación como un cerco logrando la plenitud deseada como si el mundo y sus aberturas, como si el yo y sus cansancios. Tú me amas. La hermosa nada que recupero me pasea en automóvil. |
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Fuga
Cuando ganó el objeto de su amor en tropel todas las que fue entraron en un barco. La rigidez del capitán quiso ordenarlas pero la neurótica H. se puso a fumar como si sus dedos descifraran en el humo el verdadero sentimiento de atemporalidad. Así, floreció una ristra de ajos, cambió la bombilla una mano desgajada, la realidad se hizo invisible y tomó mil aspectos que en el otro orden se convirtieron en actos fallidos. Así ver el mar, por ejemplo, todo marrón, motivó que un olvido respecto a quién era le hiciera mirar hacia un horizonte ladeado. Y formó un hogar del deambuleo. |
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Extraño
fenómeno
El alba agujereada por los caprichosos huecos de la persiana, tan presente como la tosca luz que sin embargo ya brillaba. Esos fenómenos hacen que te sientas en casa. A medio centímetro una especie de desazón maravillosa abrió la puerta mientras con la mirada recorría la estancia. Todavía no se sabe si aquello era la vida. |
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Parte segunda
Traslado |
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Pone la ropa en vertical, que no se bambolee,
el viento va a ser del sur y traerá arena. Si los días
corriesen no tanto, si la dichosa cristalera
tuviese las juntas bien apretadas, si me hubiese
dicho alguien que todo lo que iba a durar
se lo iba a llevar un tonto olvido, hmm, me gusta,
pasear de arriba abajo por esta diminuta terraza.
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