Es
cielo y es azul
(1984)
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Madrigal de diario
Y ahora hablaré de la maravillosa aspereza de tus manos cuando llegan
a mi alma, directas, desde el Vim-Clorex,
hablaré del olor celeste a cebolla o sardinas que tiene a veces tu
ternura,
de tus te quiero con estornudos, o con prisa o qué sueño,
de los cinco hijos que dan a cada gesto tuyo ese inmenso trasfondo
de años y habitaciones y lágrimas y viajes,
ese inmenso trasfondo que tanto te embellece,
compañera de lunes, de martes, de heridas, de sonrisas, de
aniversarios secretos, de Beethoven,
de papeles que lo lamentan mucho pero no,
compañera.
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16-XII-81
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Nada
La lluvia gris empaña
el ácido temblor de las farolas.
Estar así, mirando
la tarde sin que ocurra ni una carta.
Tener
ya treinta y cinco años.
Escuchar
los trenes que se alejan.
Y esta melancolía de no haber sido Stevenson
o el conde Henry Russell.
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4-II-82
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Donde el poeta se despide
definitivamente del cotarro
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Adiós, adiós revistas, premios, antologías,
fulgores de El País y el Segundo Canal,
adiós generación del 70, divino
tesoro, te he perdido para nunca jamás.
Para ser comunista me falta la langosta
(que no es poco faltar)
y, como don Antonio, tampoco soy un ave
de ésas (menudos pájaros) del nuevo gay trinar,
y no versificando ni a la izquierda
ni debajo de nadie, ustedes me dirán.
Adiós entonces, fama, adiós obras completas,
adiós escalinatas hacia Carlos Barral,
adiós muchachos, nunca compañeros
de mi vida (a Dios gracias –y gracias además
a los sabios consejos sobre las compañías
que me dio mi papá–).
Pero todos felices: la Poesía
y yo tendremos más intimidad,
y vosotros qué gozo: en la carpeta
de Félix Grande un poco menos de original
y un poco más de alfalfa en los amenos prados
del Parnaso local.
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5-IX-82
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Menosprecio de corte y de aldea
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Moça tan fermosa
non vi por los salones de Llongueras (Coiffeur)
como tú, rusoniana, que entregaste
la mitad de tu reino
y tres horas y cuarto de un otoño
por aquella estudiada,
delicada, difícil, laboriosa
ausencia de peinado.
Botas de ordeñadora Saint-Laurent,
andrajos millonarios por las faldas,
maquillaje que con sutiles artificios
imitaba la falta de maquillaje,
rauda
te vi partir, ya pura Galatea,
por la escondida senda
de tus desaforadas discotecas.
Sintiéndote tan moza y tan garrida,
sintiéndote tan pueblo-pueblo-pueblo,
tan paisana de una vaga mitología
de bieldos, sementeras, cabañuelas y trovos,
tan natural, tan fresca, tan lozana
y tan sencilla como (más o menos)
un pâté d’oignons fumé avec des petits pois à l’armagnac.
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9-X-82, subiendo al Caballo
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Raro asunto
Raro asunto la vida: yo que pude
nacer en 1529,
o en Pittsburg o archiduque, yo que pude
ser Chesterton o un bonzo, haber nacido
gallego y d’Ors y todas estas cosas.
Raro asunto
que entre la muchedumbre de los siglos,
que existiendo la China innumerable,
y Bosnia, y las cruzadas, y los incas,
fuese a tocarme a mí precisamente
este trabajo amargo de ser yo.
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13-I-83
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Gradus ad Parnasum
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A Pondi Salinas y Pepe Sancho
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Son las cosas que pasan cuando uno es aún muy joven
y cree en la luna y en la amistad y en Beethoven:
uno pone, con voz trascendental y pura,
mayúscula a la palabra literatura
y versifica con gesto de sacerdocio,
mojándose en las venas la pluma (mal negocio),
y dice en sus poemas su intimidad desnuda
y resulta que ha dicho la de Alberti o Neruda.
Pero pasan las páginas y uno se va dejando
la vida en los papeles, y de repente, cuando
aquel torrente ardiente de la sangre se calla
y el corazón se te va volviendo un canalla
y a la ilusión apenas le queda combustible,
empiezas a sentir que quizá, que es posible...
Y acaban las sospechas y viene lo certero:
que el Parnaso no dista mucho de un gallinero,
que los astros del firmamento literario
tienen caries y vicios y hasta dolor de ovario,
que escribir, más que mística o magia o profecía,
es agrupar palabras en paz y compañía.
Entonces te das cuenta de que has llegado al arte.
...Y de que acaba de dejar de interesarte.
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11/12-III-83
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Alalá
Verás de nuevo el valle melodioso
rezumando verdores,
y el antiguo espesor de los carballos;
verás las humaredas familiares
subiendo como un rezo hacia la cúpula
azul del mediodía,
y de nuevo las tardes de campanadas líquidas
y dóciles mugidos, y el perfume
universal del heno ocupando las noches...
Verás de nuevo aquel
paisaje cristalino que es tu infancia.
Pero sólo si vuelves –piedras ruinosas, negra
ceniza despoblada–, pero sólo si vuelves
con los ojos cerrados.
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15/16-V-83
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