Sol
de noviembre
(2005) |
|
I |
|
Antes de que
el silencio caiga sobre mi vida
|
Variación
sobre un tema de José Cereijo |
|
Viejo monte Coirego, nombrarte aquí; nombraros, aguas del Almofrey bajo las carballeiras sinfónicas de octubre, antes de que el silencio caiga sobre mi vida.
Acaso en el futuro algún desconocido llegue a estos versos y en ellos os contemple, viejo monte Coirego, aguas del Almofrey, con los ojos del alma.
Yo, olvidado y sereno, estaré ya muy lejos, pero sé que aquel día en aquella mirada ajena e insospechada todo este amor palpitará de nuevo. |
25-X-02
|
|
|
Algo en mí
Tourón, Ponte-Caldelas, tierra de Cotobade. Los montes de mi estirpe: ásperas cumbres, prados sosegados.
Augas Santas, Famelga. De las rocas y el tojo por donde en los inviernos ronda el lobo reconozco algo en mí, y de esos verdes líquidos en los que se recuestan apacibles las vacas, algo también. Loureiro, Carballedo, As Lagóas, Xesteira, Vilanova.
De pronto, huraña y tierna, es mi alma lo que veo extenderse en la tarde ilimitada. |
7-IX-01, en bicicleta (Pontevedra-Pontecaldelas-
Carballedo-Pontevedra), y Granada, 13-IX-01
|
|
|
Kilómetros
de nada
Siempre lo mismo: el sueño de estar en otro sitio —Paraños, por ejemplo, con el sol de las doce—, y no en esta Granada que a más de 1.000 kilómetros atardece amarilla; allí, en A Costa, al pie de la araucaria, leyendo en la tumbona —el Ballantine’s y el queso de la tierra—, levantando la vista de los montes del libro a los de Rebordelo, recordando palabras, gestos, nombres ya lejanos, viéndote en el espejo de los años, soñando, como siempre; soñando, por ejemplo, con estar en Granada una tarde amarilla, en el grato sillón de tu costumbre bajo la inmensidad del Deutsches Requiem, escribiendo unos versos que acaricia esta luz suspirada que viene del Veleta: estos versos que ahora terminas preguntándote por qué —siempre lo mismo— tanto ir y venir, siempre huyendo de tu vida, por qué, por qué tantos kilómetros de nada. |
21-II-03
|
|
|
Planes para
el pasado
Una vez más trenzando y destrenzando memoria, sueño, olvido.
Una vez más contando lo que siempre dejaba de ocurrirte. Buscando eso que es más verdad que la verdad.
Una vez más mintiendo con la mayor sinceridad del mundo.
Una vez más haciendo planes para el pasado. |
23-IV-05
|
|
|
Poema de un
rato
Dijo un alma original (y antes lo dijo Unamuno) que en cada uno hay cuatro yo. No está mal: 1) el individuo real, que sólo ve claro Dios, 2) el que uno piensa que es, 3) el que se imaginan los demás que somos y 4) el que uno quisiera ser.
Pero a fuer de sincero, puesto que el tema me importa, te diré que considero que la lista queda corta
porque, además de esos cuatro señalados, hay un yo que hemos sido y se perdió (¿o son una multitud?), y otros mil que no serán pero que pudieran ser si no nos falta salud.
Echa las cuentas, a ver si no van ya 1.005 como poco. (Y no cuento para no volverme loco esos que en cada momento estamos no siendo.) Y todo se complica aún más porque (aunque nunca jamás sufrí por el complejo de Freud), podemos estar seguros —yo desde luego lo estoy— de que en sótanos oscuros de nuestra vida consciente tenemos —parece broma— alojada mucha gente desconocida (que asoma de diferentes maneras cuando menos te lo esperas); así que, válgate Dios, toma y multiplica por dos lo que hasta aquí te ha contado esta humilde versiprosa de este no sé si ex poeta y verás qué resultado.
Que me corten esta mano si existe en nuestro planeta especie más numerosa que un solo ejemplar humano. |
29-X-04
|
|
|
II |
|
Correo ordinario
Me ha llegado tu carta: largos besos desde esas vacaciones lejanas. Y con ella cuántos momentos tuyos. Te imagino escribiéndola al pie de la araucaria (si era por la mañana; si por la tarde, dentro —porque hará algo de fresco—, frente a aquellas estampas tirolesas —castillos y neveros ya un poco apolillados—). Si fue por la mañana, alguna mariposa blanca, de las que van en busca de las coles, cruzaría sobre alguno de estos «te quiero» o «ya muy pronto» con esta letra loca en la que ahora mis ojos, no sé cómo, oyen tu voz. Después habrás bajado —abanicándote con la carta, estoy viéndote— el sendero orlado de manzanos (qué ácidas y raquíticas esas manzanas, y mi madre que decía que no las conocía mejores), habrá vuelto a rechinar de orín la pequeña cancela y habrás seguido por el viejo asfalto pálido y corroído. A sus orillas, en algunos campos hay gente trabajando. Os saludáis, les dices algo meteorológico o cualquier comentario sobre el perro que se puso a ladrarte —conozco bien tu estilo—, y llegas al buzón, en cuyas fauces dejas —adiós— la carta. De regreso el paisaje de siempre te parece más claro, todo en ti va diciendo que el tiempo es delicioso, y qué agradable paseo. Y vas subiendo de vuelta hacia tus cosas, soñando dónde y cómo abriré yo la carta, en qué rincón me sentaré a leerla, qué música de fondo le habré puesto, qué clase de sonrisa dibujará en mi cara, cómo sueño que sueñas que te sueño...
Gracias, amor, por no querer e-mail. |
15-XII-04
|
|
|
Iba a ser
Plaza de A Ferrería, con el Savoy y las palomas, calmosos soportales en blanco y negro, rúas de piedra suavizada por los dedos asiduos de la lluvia...
...Pero ¿qué haces tú aquí? Éste iba a ser un poema sobre Pontevedra, la belleza callada de donde viene mi sangre. ¿Qué haces tú aquí, bajando las escaleras de La Peregrina con el jersey rumano, siguiendo por la calle Michelena, y el famoso bolso rojo —dentro, seis bolígrafos—, llegando a La Alameda, con tu pelo rebelde que tanto me y ese gesto, demonios, de ir a darme ahora mismo aquella mala tarde? |
10-X-01
|
|
|
Copyright © Miguel d’Ors
Todos los derechos reservados. Queda expresamente
prohibida la reproducción por cualquier medio de estas poesías
sin el permiso de su autor |
|
|
Archivo de la poesía española reciente
Abel Martín. Revista de estudios sobre Antonio
Machado
www.abelmartin.com |