El
poemilla en cuestión es el siguiente:
Hora
del último sol.
La damita de mis sueños
se asoma a mi corazón. |
Se
da a conocer en el libro de Concha Espina (CE): De Antonio
Machado a su grande y secreto amor [1], incluido en uno
de los fragmentos de carta del poeta a Pilar de Valderrama y,
dadas las circunstancias que durante al menos treinta años
rodearon a esta correspondencia, figura acogido, a partir de
ese momento, al conjunto de poesías sueltas de Antonio
Machado, algo que inició Oreste Macrì en su primera
recopilación de la poesía machadiana [2]. Su admisión
respondía a una lógica incuestionable en aquellos
años; allí, en la obrita de Concha Espina, estaba
el poema, formando parte de un fragmento de carta indudablemente
del poeta, aunque el mismo no se encontrase respaldado por la
correspondiente reproducción facsímil. Resultaba impensable
cualquier hipótesis contraria; y esto último es algo
que conviene tener en cuenta.
Macrì,
en su ordenación, lo incluye con otros tres provenientes
de la misma fuente, bajo el título común de «Apuntes»,
pues en efecto más parece tratarse de eso; probablemente
tanteos para poemas futuros.
Uno de ellos, el primero
—están numerados del I al IV— es traslado de otro conjunto
que también figura en dicha correspondencia (y uno no puede
por menos que preguntarse por el criterio que llevó al
editor a aislarlo del grupo del que formaba parte originariamente)
bajo el título, también común ya que son siete
los apuntes que se acogen a él, de: «Apuntes líricos
para una geografía emotiva de España», fechados
en Baeza en 1919, y que de acuerdo con la editora-descubridora
de la correspondencia, se remitieron para satisfacer «un
capricho de su dama que le pide muestras» [3], lo que induce
a suponer, de forma un tanto aleatoria, que Antonio Machado
prefería rebuscar en sus papeles inéditos o desechados
—«virutas de carpintería» los llama en alguna
ocasión— que incluir algo que respondiese a poetizaciones
más o menos actuales. Esto puede no responder totalmente
a «su» verdad, pues bien es cierto que no es, naturalmente,
el único caso; ejemplos similares se encuentran en las
cartas numeradas como 2 y 32 [4], en las que adjunta poemillas
o fragmentos de otros más extensos ya publicados. Pero
no conviene tomar por regla general lo que sólo parece
responder a actitud muy particular, pues más parece, aun
a pesar de las fechas, deberse ese desinterés o desgana,
que va aumentando a medida que transcurre el tiempo, a pereza
simplemente, remitiendo aquello que encontraba más a mano.
Además, si se tienen en cuenta las fechas, la carta en
la que se incluye el conjunto correspondiente al título
de «Geografía emotiva...» se corresponde con
la número 19, escrita entre el 4 y el 7 de agosto de 1930,
esto es, cuando las «Canciones a Guiomar» en su primera
entrega ya están publicadas en la Revista de Occidente
casi un año antes; ¡pero la dama no quería autógrafos,
por muy alusivos que pudieran parecerle, y sí poemas inéditos!,
algo que nos llevaría a extendernos en aspectos que no
son del caso.
Por eso hay que volver a
las tales composiciones, sin olvidar esa denominación de
«apuntes», que es lo que en realidad son.
La
numerada como II dice así:
Porque
nadie te mirara,
me gustaría que fueras
monjita de Santa Clara. |
Está
en la carta número 6, de fecha 26-27 de enero de 1929
[5], y como la anterior parece recogida de contexto más
antiguo, pues muy posiblemente sea un primer apunte del que
luego será el poema CX de Campos de Castilla («En
tren»), y más concretamente del que va a ser la
base del mismo bajo el título de «Soledades»
y que le sirvió como original declaración de intenciones
al enamorado poeta; éste figura incluido en OPP
[6], pero no en la edición crítica y última
de Oreste Macrì, donde sin embargo se alude a él
en nota-comentario al poema definitivo [7].
El
tercero es el que nos va a ocupar de forma casi inmediata,
y el cuarto se asemeja más a un reproche que a otra
cosa:
Porque
más vale no ver
fruta madura y dorada
que no se puede coger, |
si
nos atenemos a la frase que lo precede en la carta correspondiente:
«A pesar de Homero, el ciego y maravilloso poeta, los
poetas necesitamos de los ojos, aunque yo alguna vez reniegue
de ellos» [8].
El que realmente nos ocupa
y que es motivo del presente trabajo no se encuentra, como
los otros, en ninguna de las cartas recopiladas tanto por
su último editor como por la propia Pilar de Valderrama
en el Apéndice a sus «memorias»; sólo
en la edición de Concha Espina que es, por el momento,
la única fuente disponible.
Y esto, indudablemente,
motiva unas ciertas dudas. Porque vayamos por partes. Un repaso
minucioso a esta correspondencia, tras esa primera impresión
de asombro dubitativo, confirma el asombro; el poemilla no
se encuentra en ningún lugar de la misma; existe, eso
sí, una línea en prosa que ciertamente parece enlazar
con él: «Te asomas alguna vez a la hora del último
sol» [9], por lo que el poemilla, como en el posible
caso anterior, bien pudiera ser un trasunto poético de
esas líneas transcritas; pero ¿de quién? Ésta
es la pregunta.
No hay error en Macrì
ni en sus continuadores, al menos hasta la aparición
de las «memorias» de Pilar de Valderrama en 1981,
ya que hasta ese momento no existía posibilidad de contraste
con los originales de las cartas, no quedando más remedio
que atenerse a la fragmentación dada a conocer por Concha
Espina. Y con una total certeza en la contrastación —como
así realmente fue— desde el momento de la cesión,
por parte de las herederas de la poetisa, de esta documentación
a la Biblioteca Nacional; algo que ha realizado de forma concienzuda
el investigador italiano Giancarlo Depretis, dando, en la
última edición —y primera en castellano— de su estudio
la versión definitiva de dichas cartas [10].
Sin embargo, nadie hasta
el momento ha advertido la no existencia del poemilla en cuestión
en dicho epistolario; lo que no deja de ser curioso, porque
si es así, ¿de dónde procede el mismo?
Se encuentra, como ya
se ha dicho, en Concha Espina, formando parte de un fragmento
de carta muy manipulado —pero ésa es otra cuestión
que aquí no se va a tocar— ya que tanto el párrafo
que lo precede como el que lo sigue no guardan el orden lógico
de la carta, como puede apreciarse estudiando ambos documentos.
En Concha Espina [11]
la transcripción se corresponde con la que se numera
como 6 en la ordenación de Depretis [12], reproduciendo
tan sólo dos fragmentos de la totalidad, en medio de
los que se incluye el poemilla que nos ocupa, pero esos dos
fragmentos no obedecen al orden real de la carta —algo que
acaba ya de apuntarse, pero sobre lo que es conveniente insistir—,
ya que el primero de ambos [13] pertenece a la continuación
o segunda parte de la misma, escrita ya en Segovia, mientras
que el segundo tras el poemilla, y que sufre cambios en su
ordenación, se escribe todavía en Madrid, un sábado
noche. Dice éste, para mejor comprensión del galimatías
en que se transforma: «Fiel a tu mandato no he vuelto
a poner los pies en el parque. ¡Adiós altar de mis
oraciones a donde, a mi manera pagana, tanto peregriné!
Compadece a tu pobre poeta siempre luchando con la distancia...
Es otra imagen adorada por el recuerdo y sólo para el
recuerdo: el balcón de la diosa»; pues bien, en
Concha Espina la transcripción es como sigue: «Es
otra imagen adorada para el recuerdo y sólo para el recuerdo;
el balcón de la diosa. Pero fiel a tu mandato, no he
vuelto a pasar por allí. ¡Adiós altar de mis
oraciones donde a mi manera solitaria [a quien fuese, no debió
gustarle lo de pagana prefiriendo el cambio] tanto
peregriné. Compadece a tu pobre poeta, siempre luchando
con la distancia.» Es fácil apreciar los cambios;
punto y coma en lugar de dos puntos, cambio de una palabra,
o una coma donde no existe en el original.
Todo esto, ¿para
qué? La carta es la que incluye, como aportación
poética de Antonio a su amada, el apunte que en párrafo
anterior se ha dado como posible antecedente, o borrador inicial,
del poema CX. Pero lo que es el poemilla que nos ocupa y preocupa
no figura en ésta ni en ninguna otra carta, tanto en
la edición de Pilar de Valderrama como en la de G. Depretis,
como ya se ha afirmado. ¿De dónde, pues, lo extrae
Concha Espina?
Vengamos, ahora, a las
«memorias» aparecidas en 1981. En ellas, que componen
la primera parte del libro Sí, soy Guiomar [14]
y en su página 55, Pilar de Valderrama escribe: «Como
me fue imposible seleccionarlas [las cartas], luego advertí
que había DESTRUIDO [el subrayado es mío] varias
del mayor interés, entre ellas algunas de las Canciones
a Guiomar, "Hora del último sol", "Junto
al agua fría" y otras, así como el magnífico
soneto que Antonio me había enviado dentro de un libro
del Dante», añadiendo seguidamente lo que supone
una abierta contradicción con lo anterior: «...que
se publicó en un diario de provincias», y uno no
se explica cómo, si se destruyó en su momento, pudo
publicarse años después con atribución tan
específica como a la Virgen del Pilar, ya sea en un diario
de provincias como ella indica, ya en uno de capital o en
revista especializada como Dígame, tan exclusivamente
taurina, salvo que existiese otra copia o fuese entregado
por mano interesada; algo que no indica en ningún momento
y que tenía que conocer por fuerza [15].
Idéntica, o parecida
actitud, mantuvo en el documento que con carta de fecha 7
de marzo de 1961, remitió al P. Félix García,
en el que le comunica que fue «...quemando con harto
dolor de mi corazón las demás [y uno acaba por preguntarse
el porqué de ese auto de fe, ya que resultaba indiferente
un lote de cartas o la totalidad de la correspondencia, si
éstas iban a guardarse en el fondo de un baúl, como
así fue, ya que en el caso de un posible registro, como
temía, al ser encontradas tanto hubiera importado ese
pequeño montón como otro más grande, ahorrándose
a la vez el peligro de ser descubierta quemando aquello que
ella misma pretendía mantener en secreto. Uno deduce,
de todas estas cuestiones, que, como dice Ángel González,
sí existió una selección interesada de las
mismas] [16] entre las que había algunos versos y cantares
siendo uno de los que recuerdo "Hora del último
sol. / La damita de mis sueños / se asoma a mi corazón"».
Todo esto supone un inequívoco planteamiento de dudas
y cuestiones, dado que Pilar de Valderrama nada dice de haber
reconstruido ninguna composición que no fuese el soneto
aludido; y sí así fuese —y se trata de su propio
testimonio— ¿de dónde procede la reconstrucción
—si es que realmente se trata de eso y no de una creación
personal— del terceto que nos ocupa?
Esto se escribe en febrero
de 1961 [17], once años después de la publicación
del libro origen de todo este problema, cuya autora, Concha
Espina, no sabía a ciencia cierta dónde se estaba
metiendo exactamente. Ahora bien, si la carta que contenía
el poemilla se encontraba entre las destruidas, como afirma
en dos ocasiones al menos la propia Pilar, ¿qué
llevó a la poetisa a incluir el poemilla dentro de un
texto que no era suyo ciertamente?
Puede argüirse que
algo similar ocurrió, de acuerdo siempre con lo que ella
dice, con el soneto «Perdón, Madona del Pilar...»
y que sobre éste no cabe duda alguna; para empezar se
cuenta con los dos estupendos análisis, ya mencionados
en nota, de Justina Ruiz de Conde y de José Luis Cano,
que de forma suficiente acreditan su paternidad; algo que
no existe respecto al poemilla y que por el contrario cuenta
con algunas razones de carácter negativo.
La primera de ellas se
corresponde con la actitud de la propia Pilar de Valderrama,
que con sus constantes rebatimientos, cambios y manipulaciones
sin aparente motivo en la correspondencia y su constante justificarse
respecto a pérdidas o destrozos en parte de la misma,
se hace muy poco acreedora a la credibilidad, con el consiguiente
deterioro en lo que respecta a lo que afirma, sea esto lo
que sea.
En segundo lugar la inexistencia
misma del poemilla en documento que lo acredite de forma suficiente.
No basta lo que la propia Pilar afirme, salvo que eso mismo
que dice quede fehaciente y concluyentemente demostrado. No
existe autógrafo del texto, y la única referencia
al mismo carece de respaldo facsimilar. Finalmente, y para
concluir, algo que podría ser su origen se encuentra
en la prosa epistolar [18], lo que lleva a sospechar una fácil
manipulación —otra de tantas— por parte de la poetisa
y así pergeñar ese terceto atribuible al poeta,
en pro, siempre, de su propia imagen.
No niego, y esto ya por
vía de conclusión, que no sea de la mano de Antonio
Machado; a su favor hay, qué duda cabe, esa forma sentenciosa
a la que tan aficionado es después de Campos de Castilla
y que continuó cultivando de forma muy especial en el
tiempo que sigue a aquellos años; pero, pienso, no es
prueba suficiente y aunque el tono mantenga similitud con
el conjunto de los «Proverbios y cantares», ya sean
en su primera entrega como en la posterior de Nuevas canciones,
esto no basta para aceptar sin más su autoría.
Ahora bien, no pretendo
restar obra al quehacer de Antonio Machado, pero pienso que
es preciso que ésta tenga tras de sí un respaldo
claro e incuestionable, ya sea un autógrafo o edición
original que no ofrezca duda alguna; y en este último
caso, acompañada de un estudio valorativo como en el
caso del soneto citado; de otra forma, por mucho que nos apetezca
que sea suyo, es preferible mantenerlo como «probable»
o «atribuido» y no aceptar sin más algo no
demostrado ni, por el momento, demostrable.
El trabajo puede ir acompañado
de una dedicatoria a Jordi Doménech, como futuro editor
crítico de la obra poética —total y «casi»
definitiva— de Antonio Machado, para que en casos similares
—que le saldrán; y más de uno— ande con pies de
plomo.
Notas
[1]
Lifesa, Madrid, 1950.
[2] Poesie di Antonio Machado. Studi introduttivi,
testo criticamente riveduto, traduzione, note al testo, commento,
bibliografia a cura di O. Macrì. Lerici, Milán,
1959.
[3] CE, pp. 63-64.
[4] Utilizo la edición última de Giancarlo Depretis,
Anaya & Muchnik, Madrid, 1994 (GD).
[5] GD, pp. 100 y 236 para la nota correspondiente.
[6] OPP, Losada, Buenos Aires, 1964.
[7] Antonio Machado, Obras completas. Dos tomos encuadernados
en pasta dura, a los que nos referiremos como OC-I: Poesía,
y OC-II: Prosa; existe tambien edición en rústica
en cuatro tomos. OC-I, pp. 884-889. Ambas ediciones de Espasa
Calpe, Madrid, 1989.
[8] GD, p. 223. El subrayado es mío.
[9] Ibíd., p. 150.
[10] Véase nota [4]. La misma lleva una numeración
de la correspondencia que en las notas finales se contrapone
a la ¡tan caprichosa! de Pilar de Valderrama que, por
otra parte, no se recoge completa como demuestra este autor.
[11] CE, p. 29.
[12] GD, p. 100.
[13] Ibíd., p. 101.
[14] Plaza & Janés, Barcelona, 1981.
[15] Número del 30 de octubre de 1956. El soneto obraba
en poder de la viuda de Manuel Machado, Eulalia Cáceres,
que al donar todos los manuscritos y libros en su poder a
la institución burgalesa Fernán González, lo
hizo también de algunos de Antonio. No hay, pues, motivo
de queja por parte de Pilar de Valderrama al afirmar que se
había alterado su último verso. Si un manuscrito
se conservaba del soneto entre los papeles de Antonio Machado,
lo más verosímil es que se tratase de un borrador,
susceptible, como todos los borradores, de corrección.
Están de más entonces estas y otras precisiones
en torno al soneto por parte de su receptora, máxime
cuando ya con anterioridad tanto Justina Ruiz de Conde («¿Un
nuevo soneto de Antonio Machado?», en Antonio Machado
y Guiomar, Ínsula, Madrid, 1964, pp. 101-118) como
José Luis Cano («Un soneto de Machado a Guiomar»,
en Poesía española del siglo XX, Guadarrama,
Madrid, 1960, pp. 127-130) subsanaron el presunto error en
sus acertados análisis del soneto.
[16] Antonio Machado, Alfaguara, Madrid, 1999, p. 84.
[17] J. M. Moreiro, Guiomar. Un amor imposible de Machado,
Selecciones Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1982, p. 231.
[18] Véase nota [9].
Addenda
(de Jordi Doménech) |
Como
el amigo y sagaz observador Miguel Ángel Baamonde me
menciona en su artículo, advirtiéndome que me ande
con pies de plomo en una hipotética edición crítica
de las poesías de Machado, me va a permitir una breve
nota a todo ese embarullado asunto de la misteriosa copla.
Es una nota hecha a voleo y sin apenas apoyo documental, pero
de todos modos allá va:
1) La copla «Hora
del último sol...» aparece por primera vez en el
libro de Concha Espina (p. 29), supuestamente transcrita de
una carta de Machado a Pilar de Valderrama. Concha Espina
cita la composición embutida entre dos fragmentos de
carta, carta que no es otra que la 128 [3] de mi edición
(Antonio Machado, Prosas dispersas, Madrid, Páginas
de Espuma, 2001 = PD), fechada el 26 y 27 enero de
1929 y escrita en dos partes: la primera, en Madrid, el 26
de enero; la segunda en Segovia, el 27. Concha Espina mezcla
tres fragmentos de esa carta, alterando el orden, y entre
ambos fragmentos embute la copla en cuestión. También
altera algunas palabras (que subrayo en cursiva).
Reproduzco a la izquierda
la transcripción de Concha Espina (p. 29), y a la derecha
la carta de Machado (PD: carta 128 [3], pp. 578 y 580):
En
el tren, solo y pensando en mi diosa, y viéndola
con su traje azul en su balcón... [3]
Hora
del último sol.
La damita de mis sueños
se asoma a mi corazón. |
Es
otra imagen adorada para el recuerdo y sólo para
el recuerdo; el balcón de la diosa. [2]
Pero fiel a tu mandato, no he vuelto a pasear
por allí. ¡Adiós altar de mis oraciones
donde a mi manera solitaria tanto peregriné!
Compadece a tu pobre poeta, siempre luchando con la
distancia... [1] |
|
[Madrid]
Fiel a tu mandato
no he vuelto a poner los pies en el Parque. ¡Adiós
altar de mis oraciones, adonde a mi manera pagana, tanto
peregriné! Compadece a tu pobre poeta: siempre
luchando con la distancia... [1] Es otra imagen
adorada para el recuerdo y sólo para el recuerdo:
el balcón de la diosa. [2]
[Segovia]
En el tren, solo,
y pensando en su diosa, y viéndola con su traje
azul, en su balcón. [3] |
Al
margen de esas alteraciones en el orden de los fragmentos
y de los cambios en algunas palabras, lo más notable
es que la copla no aparece ni en ésa ni en ninguna de
las cartas conservadas de Machado a Pilar de Valderrama (Biblioteca
Nacional, ms. 22325/69-104). Evidentemente, el problema es
doble: 1) si las cartas de Machado fueron destruidas por Pilar
de Valderrama (excepto el puñado de cartas conservadas),
cómo es posible que en 1950 Concha Espina reproduzca
una copla que se supone fue a parar a la hoguera en 1936;
2) de dónde sale, pues, esa copla.
Ya en mi edición
(PD: 565 n. 11) digo que todo ello es un misterio apabullante.
Transcribo esa nota:
Esta
copla de Machado fue reproducida por Concha Espina
en De Antonio Machado a su grande y secreto amor
(Madrid, Lifesa, 1950, p. 29), transcrita al parecer
de una carta a Pilar de Valderrama que se no se ha
conservado. Valderrama (1981: 55) aludió también
a esta composición al relatar la destrucción
de las cartas de Machado antes de partir con su familia
hacia Portugal, en 1936: «Como me fue imposible
seleccionarlas, luego advertí que había
destruido varias [cartas] del mayor interés,
entre ellas algunas de las “Canciones a Guiomar”,
“Hora del último sol”, “Junto al agua fría”
y otras, así como el magnífico soneto que
Antonio me había enviado dentro de un libro de
el Dante [...]: “Perdón Madona del Pilar, si
llego...”» Cómo pudo transcribir Concha
Espina en 1950 una poesía que había ido
a parar a la hoguera en 1936, es un misterio apabullante...
[Pilar de Valderrama] la reprodujo también en
su libro (p. 92), precedida de un comentario en el
que afirma que Machado se la «envió en una
carta, desgraciadamente perdida como tantas otras».
Sin embargo, lo más probable es que en el trasiego
de cartas para su publicación en el libro de
Concha Espina se extraviara alguna de ellas, como
demuestra también el hecho de que en Concha Espina
(1950: 179) se reproduce en facsímil un fragmento
de carta que no aparecerá en el libro de Valderrama
(1981). |
Efectivamente:
en el libro de Concha Espina hay un fragmento de carta de
Machado, reproducido además en facsímil (que no
mera transcripción, como en el caso de la copla), que
no aparece ni entre los facsímiles publicados por Valderrama
en 1981 ni entre las cartas conservadas (el fragmento, al
final de la p. 179 del libro de Concha Espina, dice así:
«En fin, dejemos la política, la cual, dicho sea
de paso, no ha de apasionarme nunca, ni monárquica ni
republicana»).
Una hipótesis plausible
a todo ese misterio es que algunas cartas —o fragmentos de
ellas—, que Valderrama entregó a Concha Espina para publicar
su libro, no volvieran a manos de su propietaria y quedaran
en poder de Concha Espina: así se explicaría que
en el libro de esta última aparezcan fragmentos que no
constan ni en lo publicado por Valderrama en 1981 ni entre
la correspondencia conservada.
2) Resuelto a medias —y
provisionalmente— el primer misterio, otro problema es la
autoría de esa copla: ¿es de Antonio Machado, o
de quién es? Ese problema, a falta de constancia documental,
es ya más peliagudo, y creo que de difícil —si no
imposible— solución.
Sin embargo, la «hora
del último sol» aparece en distintos lugares de
la correspondencia de Machado a Valderrama:
— «Después
de pasar un momento —a la hora del último sol— por el
Parque...» (PD: 565, carta 126 [2], 14 enero 1929)
— «... porque,
al fin, aunque sin hablarnos, nos veíamos a la hora del
último sol...» (PD: 579, carta 128 [3], 26
enero 1929)
— «La hora del
último sol es hoy para mí la más triste de
todas...» (PD: 583, carta128 [4], 29 enero 1929)
— «Mucho te
hablaba en mi carta de mi tristeza a la hora del último
sol» (PD: 586, íd.).
— «¿Te
asomas alguna vez a la hora del último sol?» (PD:
623, carta 140 [3], 11 mayo 1930)
Claro que todas esas citas
no demuestran ninguna autoría. ¿Qué habrá
que hacer, pues, en una futura edición de las poesías
de Machado? Pues ya se verá. Pero desde luego habrá
que estudiar con lupa todo ese asunto (o, como dice oportunamente
Miguel Ángel Baamonde, andarse con pies de plomo).
La manipulación de
las cartas de Machado por Pilar de Valderrama —y también
por Concha Espina— es algo obvio, y ya fue señalada por
Depretis y por Barjau en un artículo muy divertido («Pilar
de Valdarrama (Guiomar) entre lo apócrifo y lo auténtico»,
Libros, n.º 20, septiembre 1983, pp. 12-15). En
mi edición de las cartas de Machado a Valderrama (PD:
560 ss.) apenas me detuve en ello, entre otras razones para
no dar más importancia al lamentable affaire,
aparte que un análisis mínimamente detenido de todas
esas embarulladas manipulaciones llevaría un espacio
desmesurado.
3) Por último, y
para que no se me diga otra vez que «paso por encima
de Macrì» (como dijo un catedrático demasiado
avisado y un rato pedante en una crítica a mi edición),
faltaría ahora explicar por qué Macrì en su
edición de las poesías de Machado publica esa copla
en una serie numerada de cuatro bajo el título «Apuntes»
(S. XXXVI). Pero el lío de las «Poesías sueltas»
de Macrì es tan monumental, que desisto de tomarme esa
molestia, que en ese caso sería ya tortura. Ya es mucho
editar a Machado, que encima uno tenga que editar también
a los editores de Machado. Eso es impensable, señor X.
Fecha
de publicación: junio 2004
Abel
Martín. Revista de estudios sobre Antonio Machado
www.abelmartin.com
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