Aun
a oscuras
(2001)
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Mientras conmigo voy
Luminosa mañana. Nada teme al olvido.
Yo celebro con ella la fiesta de las calles.
Poco más tengo cierto en esta vida breve
que comenzó otro día de hace ya muchos años.
Me preguntas si creo, si busco otras verdades.
Aquí estoy viendo el mundo. Camino sin respuestas,
a la buena de Dios, que no es tan mala cosa.
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El sol de la viña
Sobre la viña el sol espejea en los pámpanos.
Este apreciado bien llega de prisa,
más que la oculta luz, tan deseada.
Temo que llegue el tiempo de marchitas apuestas,
y lucho por salvar el cansado entusiasmo
para seguir serena
hacia el lugar que llama en lo secreto.
Crece el tiempo, casi llega a la boca.
Quiero permanecer donde fui siempre;
ahondar en la pasión
capaz de mitigar las desventuras.
Que los claros alivien las insistentes sombras,
y un beso, de señal, mi frente roce,
para saber, al fin, como el sol de la viña,
dar luces al verdor, y agradecer el gesto.
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Visión esperada
Eran las horas calmas de la siesta
en el patio encalado;
el jazminero ofrecía su aroma.
Dormían en el casa.
Sólo yo vigilante,
y vi pasar el tiempo
con su carga de muerte:
un humo que ascendía
convirtiéndose en nada.
Años atrás, muchos otros gozaron
la luz del jazminero,
y apenas son memoria.
No sé por qué locura
ha merecido el hombre su exterminio;
ser apenas la hora de la siesta,
caer en el olvido,
tras soportar la carga
de un cuerpo malogrado
que a su final camina,
y en el hombro de Dios
lastimado reposa.
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Un rumor
La ciudad bulle inquieta
con máquinas de hacer la noche más bendita.
Dios llega, no lo he visto,
y sé que ardió el presente de sus ojos.
Ahora es una huella, una propuesta,
y más cansado el hombre de estar ciego.
Allá, donde no sé, un rumor nos ampara,
tan distante que hay que acercarse más,
y no dar por perdida la inocencia.
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Trayecto oculto
Hoy busco en el poema
la protección precisa
alguna claridad del otro lado;
la música que al fin nos da la vida
para no confundirnos en lo oscuro,
en el trayecto oculto aún no recorrido
a la luz del regreso.
Es invierno, desnudos ya los árboles;
apenas pasa nadie que su presencia ofrezca
a la mía cansada.
Ni siquiera un aliento de alma próxima.
Solos ante la espera,
mientras transcurre el tiempo,
y nos vamos sintiendo más ajenos
al entorno que pasa,
sin que acompañe un íntimo latido,
el eco de una voz ahora necesaria.
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Cede la niebla
Nadie va a remediar este peso indecible:
caminar sin saber, siempre al aguardo
por si la claridad nos visitara.
El ayer nos somete a este presente,
por cuanto nos legaron y al fin somos.
Pasajeros de un único trayecto,
buscando en los espejos nuestra imagen perdida,
y encontrada también,
porque ya no es posible estar en las afueras.
Cede la niebla al transitar en ella.
Se acostumbran los ojos a cuanto ya no alcanzan,
y esperan la alegría de un leve resplandor,
un asomo que acaricie la búsqueda
y sustente la firmeza precisa,
tantos años alojada en el ánimo.
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Gozo inesperado
En la ciudad lucía la mañana
y las tejas del ábside barroco
vidriaban con el sol.
Entré a la iglesia y vi a Santa María.
Se estaba bien allí:
quieta la luz, las flores,
y ese rastro de las cosas pasadas
que permanente fluye.
Invitaba el instante
al pasar descuidado, y me dejé llevar
por un sentir ajeno a otra mirada
que no fuera la entrega.
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Amigo
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El esperado adiós hoy finaliza.
Otro trecho de vida a nuestra espalda.
Ya no vendrás en tren a visitarnos
para intentar decir con firme aliento
hasta hacernos llegar lo inexplicable.
Hoy el destino quiere que seas el primero
en desvelar lo oculto.
De la verdad sabrás, tú, solo, en la otra orilla.
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En el camino
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Secado se ha mi espíritu, porque
se olvida de apacentarse en ti.
San Juan de la Cruz
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He pasado los montes y las huertas,
también la tierra yerma y los gredales.
En ello estoy y allano la fatiga.
A veces te me pierdes entre las otras cosas,
y he de buscar, por bien, nuevos senderos.
Huir ya no es posible. Guiada voy por sombras
que ayudan a avanzar por la ciudad dormida.
Quienes velan no saben, y los convoco al frío,
a que sean también compañía en el viaje.
Con la mirada dicen que no quieren,
y distraídos siguen otro rumbo.
Yo quedo, como siempre, sin ti y a tu cuidado.
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