Ya nada es rito

(1988)

 

Amaneciendo en soledad

Sí que es ser de día vestirme
cuando no tengo un sosiego enfrente
ni nada en el costado, chupada
de lástima voy vertiendo el traje
en mis brazos y lo encajo
como un sueño deseando un desnudo
más constante. Más siempre.

 

Vasta sed

Me ansía cuando se le seca la boca
bebiendo tragos, en los genitales le irrumpo
de mentira y se trajea con la tarde
que nunca vine. Meditando en montañas
de aguardiente elige cómo olvidarme.

 

Sacando la mano de los bolsillos

Solamente reparte el zumo y algunas pepitas,
de su cuerpo las primeras pulsiones de verdad
rompen un vaso: el vidrio tiene fin,
también, como cosa caída levanta las briznas
paliando el soliloquio.

 

Cuando aún palpita el pecho

Esto que me parece flojedad es una oruga
que comprime como un rulo mi amor
por la distribución, que fuese inactiva
yo, me deja de parecer artístico. En pleonasmos
me repito siendo insólito el esquive.

 

Extraña tristeza

Silenciosa, más que el polvo de la botica,
enmadejando hacia atrás con insolencia
varias disipaciones, busca el hito de su putaísmo
maltrecho y no goza con el pensamiento
sino que al quedarse puntuando las gracias
que le dieron, se le ocurre mirar la gamuza,
y la mira, y la vuelve a mirar.

 

El error no subyace en la intención
sino en el hecho

Dánzame. Es un día de curvas que se prolongan
al fragmentarse mi beso de saliva lluviosa
el trajín más artesano de la boca.

 

Una muestra de sabiduría

Ya no tiene que acostumbrarse a llover
porque el desasosiego lo ha dividido
en tardes, y se seca, muy ufana
cambia el rizo de la toalla por whisky
las lamentaciones son para estar a solas,
le gustaría entenderlo, pero se aminora
al buscar unas gafas,
es tan delicado el día y aquel párrafo
que recuerda, entre sus libros, cree cosas
muchas, de pronto le parece increíble
creer tantas cosas.

 

La valía de un olvido

Ese vicio solitario la va a perder
va a partir los entremeses equivocadamente
para que en la boca naden solos,
y entretendrá su cutis con varias cremas
mientras pasa el tiempo, y caerá
en la cuenta de su gran error
mordiéndose al buscar la tarjeta
del autobús que se le olvidó en
la mesita de noche aquélla, maldita
sea.

 

Un conato de tristeza

Hora de ti bajando la escalera. No puede ser
que un labio sienta tanto desdén cuando mira
lo prieto que está sin quererlo. Me
abruma el rápido desliz con el que bajo
sintiendo la subida.

 

Copyright © Concha García

Todos los derechos reservados. Queda expresamente prohibida la reproducción por cualquier medio de estas poesías sin el permiso de su autor
 

[ Anterior ]

[ Archivo ]  [ Concha García ]

[ Siguiente ]


Archivo de la poesía española reciente

Abel Martín. Revista de estudios sobre Antonio Machado
www.abelmartin.com