Desdén

(1990)

 

Prólogo

Me haces daño: chispitas
entre las tapas de pescado, me dueles
esquivando la hora del cine, los tejados
lluvia y lluvia, chap-chap, mira
qué triste soy: un tañir lejos, lejano
albergando el daño, el trocito de fuelle
que ayer chirriaba.

 

Parte primera
El reposo

 

I

Es suficiente. Acaso se baste a sí misma
para luego parpadear. No la auguréis
de leve y poco mordaz, es una isla
de altivez escondida, un lloro breve.
La sabiduría del cabizbajo la tiene, empieza
tratados esculpiendo la letra y no ama
con destino, su amor es una sucesión
de sensaciones acunadas en un sueño
que preconiza.

 

Parte segunda
La dicha no es alegre

 

Dicha

Tengo todo el instante resumido en un libro
y me abro de piernas para mentir:
la vida es un puzzle, preparo el potingue
de delicioso residuo y me congratulo con dios
muchas veces. Todas. A lo mejor me voy
poco espantada. La veterana de largo sentido
es un poco triste, le acongoja el desdén
la repulsa, el desprecio, la desdicha.
Nacida para ser pronunciada mientras se arde
con la figura tiritante, a lo largo de otros
brazos, a lo largo de ellos sólo.

 

El recuerdo

Una pena repta por su ombligo. Ayer
ayer me dijo oblicuamente amor mío y
hoy, hoy tengo que ser áspera con la memoria,
enlazar las manos con ansiedad, tomar cafés,
hacerme cueva o nimiedad.

 

Parte tercera
La mística del vaivén

 

Te lo ruego

Me encontré tan menuda, tan
encogida, ovillada en eso
que la taquicardia auguró.
Doce o trece horas de amor desmedido
maldita sea hoy, cómo avanzaba
la sabandija entre mi letargo
haciéndome diminuta
el tiempo crecía. Me puso las manos
encima y me queda
ese temblor.

 

Recuelo

Huir. Un vaso roto. Esquivar
al amigo de la yerba, los platos
de coñac, regalos, orfebrería
en baúles, tenazas de hierro
abundantes misivas, amontonar
largos caminos, ser la sed
en las rayas del labio, nótese
una humareda a lo lejos, una
impenetrable andariega.

 

Parte cuarta
Y lo hermoso

 

Viento, lluvia y un paraguas

De negro va, pero llega tardía
como siempre, es una imagen cotidiana
verla acercarse a las lindes de todo
como si el centro fuese un lado, y
teme mucho que la contradigan cuando
sin estar cobijada, el tiempo apremia.

 

El aire de un vaivén

Mirar la maravilla deletreando
un momento de ella, lo demás
ocurre sin sinsabor. Álgido
anochece muy enorme por lo que
tuvo de bueno. La vida se nombra
a veces. Un olvido también es
un sueño. El ocultamiento
me hace renacer, el oculto
carácter del brillo que sólo
se percibe intentando la felicidad.
Brote del brote, ramas equilibradas
en el aire de un vaivén.

 

De cómo Verónica hace un gesto
para ser feliz

En esa, ciertamente, cansina mirada
un monólogo interior arde quemando los extremos,
se iza suavemente apagando paradojas
y, al final del trayecto, apunta una sola forma
la retina. Es brillante su punta, transparente
el cuerpo del objeto, lo llena de un líquido
blanquecino y lo mira ansiosamente.

 

Copyright © Concha García

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