LAS TRADICIONES

(1982)

 

TARDE DE CARNAVAL

LOS tres lirios del vaso
anuncian la ventana.
Hay una luz violeta
y un antifaz de sombra
en el triste amarillo.
Un arlequín jamás encontraría
iguales atavíos
para un baile de máscaras.
Sencilla soledad
de este febrero.
La lámpara ilumina en vuestra frente
una canción, ceniza
que pisaréis mañana
como la nieve sucia.

 

UNA VENTANA AL MUNDO

PARA mi hotel de noche un cielo sube
del estuario lentamente. Arde
un tremedal de estrellas y esta plaza
solitaria se queda y en silencio.
Sin las luces insomnes del tranvía,
sin su fruto amarillo y sin su estruendo
se adormecen las empinadas calles,
se vacían de niños y las tiendas
y las botillerías van cerrando.
Es suave la colina y son los verdes
una quinta arruinada, unas palmeras,
un aire colonial triste y seguro,
testigos de que el Tajo llega al mar
y al puerto negros buques con bombillas.
¡Es ronca su sirena como el humo!
¡Hermosos animales de la noche,
funerales carrozas por el agua!
Viejas ciudades donde siempre hay gente
asomada al balcón y en las ventanas.
Si yo pudiera estar en esa altura,
miraría en silencio y duraría siempre:
todo el azul, el río y la memoria.
Baja esta calle allí donde no llego
a ver, mi hotel, final donde me miro
y otro por mí deja mi nombre en un
nombre de otra ciudad y de otro río.

 

COCHE DE LÍNEA

AL fondo está la casa,
entre almendros, en ruinas
sobre los campos yermos.
Di, tarde de febrero,
¿volveré a ver un día
este lugar callado,
bandadas de estorninos,
el evónimo verde y las violetas,
o moriré sin recordar la luz
que vuelve esta tristeza casi alegre?
Sólo quiero quedarme en este sitio
y ser para mi siglo
nada más que el pasado,
un era, alguien oscuro
que deja que ese coche de línea
pase
lentamente de largo.

 

FLOR DE ESTUFA

Y quedaban los niños, en invierno,
contemplando las nieves abultadas
en ramas y cornisas. Los recreos
se volvían febreros y la estampa

del jardín de los frailes era china,
un bordado de frío en lino crudo.
El paisaje caía por un leve
deshielo escalofrío. Como cuentas

de colores, los peces eran puro
vidrio en su estanque. El internado un raro
parecido tenía a pie dormido.

Y en la última clase, el profesor,
bajando las persianas a la noche,
cuentos les leía, tibia la estufa.

 
Copyright © Andrés Trapiello

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