Movimientos sin éxito

(1969)

 

El suicidio de Aliosha Karamazov

Tras el suicidio de Aliosha
Karamazov en la Cafetería-Bar el Pájaro
Eléctrico, con vasos de whisky y una palabra
más alta que la otra
                      –donde Truman Capote
se negó a prepararle un ángel blanco de vodka
con ginebra en un vaso de gasa azul sin fondo–
impenetrables nos vestimos de espejos
y nunca sonreímos en los reencuentros
                                       Aliosha era,
lo descubrimos tarde, una amalgama, diría
una proclama, o una palangana, algo que clama
entre las cruces de un cementerio irregular
oscuro Aliosha que nos moralizó con su suicidio
cuando ya estábamos a punto de decirle
oh, hace tiempo que sonríes indecentemente
y te entregas a los forasteros como una puta
vieja, menopáusica que añora más que ama
abrazos nocturnos con chulos desdeñosos
                                         la asepsia
–decía Aliosha en sus noches más afortunadas–
poseerá la tierra y era entonces cuando tú
o yo le preguntábamos por su estreñimiento
y le recomendábamos laxantes de colores
                                         o la trascendencia
de una doncella en soutien-gorge
ahora creo que Aliosha era repugnante
y siempre sospeché de él
misteriosos trastornos hormonales
más que turbios deseos de redenciones colectivas
(Oh, aquellas obscenas enervantes escenas
lágrimas, místicas correrías por la ciudad
oscurecida, no hay Dios, no hay Dios, amor
amor porque de lo contrario todo
todo estará permitido y morirán de silencio
el llanto, el grito, el canto, el salmo, el himno)
pero al suicidarse nos hizo pensar
si sería cierto, si sería Aliosha menos miserable
que tú o que yo
era ignorancia, pese a todo
                             ignorancia
de que la muerte es un acto escenificable, como
el rasgarse las vestiduras, o decir te amo
vida mía, Dios mío, hijo mío, nunca, siempre
o marchemos todos juntos a por la revolución
Aliosha no dejaba de ser un oscuro oficinista
reaccionario, complacido penitente
en el Vía Crucis de su vida ejemplar.

 

Movimientos sin éxito

«Più nessuno mi porterà nel sud.»

Quasimodo

Trabajador de sueños, sin embargo
escogió la realidad de un mercante griego
clavado en el océano como un islote
viejo de imposible primavera
                              y en el invierno
se bañó en las playas de Tasmania
hizo el amor en burdeles de Macao
–Kit la blanca le regaló un collar
de cebollas azules que no hacían llorar.
En el verano sintió la nostalgia
de las largas playas al lado de las vías
de trenes abúlicos, traviesas nudosas
y duras piedras rojas de corazón quemado
compró un garaje inmenso a orillas del mar
y escribió poemas sobre vírgenes rubias
de ojeras violetas
                    pasaban y se iban, no volvían
jamás
       por eso decidió conquistar un país
sin historia con diez voluntarios reclutados
entre la gente más inútil de este mundo
pero en Wall Street les cambiaron las pistolas
por perros calientes y Ginger Ale amargo
hasta que en California les hicieron pruebas
para filmlets publicitarios de pasta de sopa
llegarían para conquistar América y América
les conquistaría con la sopa Swent
                                    la sopa
que no engorda a los gordos ni adelgaza
a los delgados
               pero que tampoco resucita a los muertos
y ya en Vancouver sintió la nostalgia
de los mares del Sur
                      en Macao Kit la Blanca
había muerto de alergia en brazos de un suizo
y las muchachas fornicaban por correspondencia
con granjeros australianos, plantadores de acacias
al por mayor
              por eso fue lama en el Tíbet
y sufrió el poder de Mao Tsé Tung
descendió a los infiernos y al tercer día
resucitó de entre los muertos
con una estrella roja por corazón
                                   Chin Pon
mas le prohibieron que la estrella girara
por órbitas remotas más allá de la frente
y le canjearon por rojos asesinos
                                   de viudas
reaccionarias, elegantes criminales de patillas blancas
asesinos de Miami, detenidos en Miami, cuando
se inclinaban sobre el escote de una dama
                                           y musitaban
my dear, i read much of the night, and go south
in the winter
               algo irritado, releyó
viejas lecturas, recuperó lugares no olvidados,
sombra de instantes perdidos para siempre
                                           descubrió
que finalmente morimos de uno en uno
                                      y se echó a llorar
a orillas del mar
                   la, lá, la, lá,
                                   la, lá, la, lá.

 
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