|
El
carruaje marchaba lentamente ... Castilla, en tanto, desarrollaba
a mi vista el árido mapa de su desierto arenal ...
No eran ciertamente los pueblos los que podían estorbarme
en el camino; viajando por España se cree uno a cada
momento la paloma de Noé, que sale a ver si está
habitable el país, y el carruaje vaga solo, como
el arca, en la inmensa extensión del más desnudo
horizonte. Ni habitantes, ni pueblos. ¿Dónde
está España?
Tres días rodamos por el vacío... [1] |
El
párrafo acabado de citar es de Larra, de un artículo
publicado en 1835. Larra cruza media España y no ve más
que un «desierto arenal», una «inmensa extensión»
de «desnudo horizonte», tres días rodando «por
el vacío». Larra es un urbanita, un moderno, tan
romántico como se quiera, pero moderno. Nos retrata muy
bien Madrid y la vida de Madrid, y lo mismo podría haber
hecho con París o con Londres. Pero cruza media España
y no tiene ojos para ver más que un «desierto»,
y se pregunta «¿dónde está España?».
Setenta y dos años después, más o menos por
los mismos lugares donde Larra no vio nada, Antonio Machado ve
«carros, jinetes y arrieros», «rudos caminantes»,
«viajeros que cabalgan / en pardos borriquillos»,
y «pastores que conducen sus hordas de merinos», y
«decrépitas ciudades», «dispersos caseríos»,
y «el mesón al campo abierto», y «el
hogar donde la leña humea», y «roídos
encinares», «cerros cenicientos» y «montes
de violeta»...
Las citas son de Campos de Castilla, publicado en 1912.
Este mismo año, seis meses después, en noviembre,
Azorín publicaría Castilla, libro que impresionó
notablemente a Antonio Machado. Antes, el año anterior,
Miguel de Unamuno había publicado Por tierras de Portugal
y España, su libro de apuntes y viajes por Trujillo,
Ávila, la sierra de Gredos..., que luego ampliaría
en Andanzas y visiones españolas. Tanto Unamuno,
como Azorín o Baroja fueron grandes viajeros. Y Azorín,
además, no sólo nos describe paisajes, sino que
también bucea en la historia de nuestra literatura, en
Lecturas españolas, del mismo año 1912,
y nos pinta un pasado tan presente y tan vivo que parece que podemos
tocarlo con las manos.
Algo importante ha cambiado aquí: de pronto España
parece haberse poblado, y no sólo en el espacio, hasta
el último rincón, sino en el tiempo también,
hacia atrás, recuperando el pasado vivo en el presente,
tal como hace Manuel Bartolomé Cossío —antiguo
profesor de la Institución Libre de Enseñanza—,
que nos descubrió El Greco, en su monumental estudio
de 1908. La profesora Reyes Vila-Belda, en su trabajo «La
visión institucionista del paisaje en Antonio Machado»
[2], nos explicó cómo
los institucionistas nos enseñaron a aprender
a ver, y, además, a ver justo allí donde parecía
que no había nada que ver.
Otro viajero, pero ya no en tren como Machado, o andando, sino
en su propio automóvil, será José Ortega
y Gasset. Pero Ortega y Gasset viaja por España después
de haber pasado por Alemania y de haberse formado allí.
Catedrático de metafísica en la Universidad de Madrid
en 1911 a sus 28 años de edad, el catedrático más
joven de España entonces, ve el país con afán
teórico, y sucede lo inevitable: al igual que los antiguos
«reformadores» del siglo XIX, desde Joaquín
Costa a Giner de los Ríos, Ortega diagnosticará
y receterá. La fórmula de Ortega es conocida: europeizar
España, traer a España la ciencia europea. Veamos:
|
¿Ha
habido, de 1898 acá —dice Ortega en un artículo
de 1908—, programa alguno que considere la ciencia
como la labor central...? ... El problema español
es, ciertamente, un problema pedagógico; pero lo
genuino, lo característico de nuestro problema pedagógico,
es que necesitamos primero educar unos pocos hombres de
ciencia ... Creo que una cosa análoga a lo que voy
diciendo podría ser la fórmula precisa de
europeización [3]. |
Y
en otro artículo del año siguiente:
|
El
problema español es un problema educativo; pero éste,
a su vez, es un problema de ciencias superiores, de alta
cultura ... Es preciso, ante todo, que España produzca
ciencia [4]. |
Europeizar
España o españolizar Europa, como propondrá
Unamuno. Da igual la receta, no importa ahora. Sin embargo, conviene
esbozar dos pinceladas sobre el pensamiento de Ortega en esos
años, respecto a España, para regresar luego a Machado.
Dice Ortega en otro artículo de 1908:
|
España
es la inconsciencia ... es decir, en España no hay
más que pueblo ... Falta la levadura para la fermentación
histórica, los pocos que espiritualicen y den un
sentido de la vida a los muchos. Semejante defecto es exclusivamente
español dentro de Europa ... no tenemos cerebro ...
[somos una] raza sonámbula y espúrea ... raza
fantasma ... no existe en España otra cosa sino pueblo
... nos falta esa minoría cultural que en otros países
es lo bastante numerosa y enérgica para formar como
un pueblo dentro de otro pueblo e influir sobre el más
amplio [5]. |
Pero,
¿qué es el pueblo para Ortega?:
|
Sepamos
qué cosa es pueblo ... Pueblo es ... «lo que
no es» nadie en particular, lo «inconsciente»
en cada nación ... El pueblo no piensa: aquella porción
suya que podría servirle de cerebro es precisamente
lo que llamamos élite, aristocracia, los
pocos, y que con tanto cuidado solemos aislar frente a los
muchos, al vulgo, al demos ... Como del pueblo
tiene que salir todo, es menester que salga también
lo que no es pueblo: los escogidos ... podría definirse
al pueblo como lo indeterminado histórico a determinar
por la cultura [6]. |
Y todavía en 1911, hablando de Costa:
|
en
cada pueblo hay una minoría reflexiva y una muchedumbre
espontánea ... Los románticos llaman pueblo
propiamente a la porción irreflexiva del pueblo ...
[Costa] dedicó su vida austera y solícita
al estudio del pueblo español, de las masas
irracionales hispánicas [7]. |
Retengamos esto: «pueblo» es para Ortega la «masa
irracional» («irracional» entendido, supongo,
en sentido aristotélico, es decir, carente de razón).
Obsérvese, de entrada, que no hay demasiada diferencia
entre aquellos tres días rodando «por el vacío»
de Larra y esa «masa irracional» de Ortega. Ortega,
como Larra, viajeros «modernos», cada uno de su tiempo,
tampoco parece tener ojos para ver, a pesar de sus brillantes
ensayos sobre estética y sobre Renan de estos años.
No cabe en esas breves notas exponer el abismo que, andando el
tiempo, se crearía entre Machado y Ortega en torno a los
conceptos de «pueblo» y «cultura», lo
cual necesitaría de una exposición en toda regla.
Bien. Dejemos a Ortega —que he utilizado aquí sólo
como ejemplo y contrapunto— y regresemos a Antonio Machado.
La posición de Machado es ligeramente distinta, no ya a
la de Ortega, sino incluso a la de Unamuno y, por tanto, creo
que original. Por de pronto, Machado ni diagnostica ni receta:
se limita a subirse al tren, o a la diligencia (cuentan que solía
montarse en el pescante de los carruajes, o se subía al
techo), y ver, ver lo que hay, y ver lo que hay para enterarse.
En los mismos años en que Ortega —a su vuelta de
Alemania— desarrolla su teoría de España,
Machado insiste en que lo primero es eso: ver y enterarse. Ahora
bien, hay que ver, pero ver con los ojos del corazón. «Sólo
el sentimiento es creador» [8],
dijo ya Machado en un artículo de 1905 (y en una carta
a Ortega de 1912, insistirá: «La fuerza poética
es de visión y de sentimiento»
[9]). Y a este ver con los ojos
del corazón es a lo que Machado llama «soñar»,
y «soñar despierto», con los ojos abiertos,
equivale a trabajar.
Ya en Soria, en 1908, con motivo del centenario del 2 de Mayo,
publica un artículo —«Nuestro patriotismo y
La marcha de Cádiz»—, donde le vemos
aplicar estos conceptos al «patriotismo»:
|
Sabemos
que no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que
se labra ... ¿Llamaréis patria a los calcáreos
montes, hoy desnudos y antaño cubiertos de espesos
bosques, que rodean esta vieja y noble ciudad [se refiere
a Soria]? Eso es un pedazo del planeta por donde los hombres
han pasado, no para hacer patria, sino para deshacerla.
No sois patriotas pensando que algún día sabréis
morir para defender esos pelados cascotes; lo seréis
acudiendo con el árbol o con la semilla, con la reja
del arado o con el pico del minero a esos parajes sombríos
y desolados donde la patria está por hacer [10]. |
Dos
años más tarde, Ortega dirá exactamente lo
mismo: «Frente a este patriotismo extático conviene
suscitar el patriotismo enérgico: amar la patria es hacerla
y mejorarla. Un problema a resolver, una tarea a cumplir, un edificio
a levantar: esto es patria» [11].
Y en otro artículo, también de 1910: «¡La
patria no existe! Precisamente por eso hay que ser patriota y
traerla a existencia, hacerla, labrarla como una habitación
sobre el desierto» [12].
O todavía en 1912, comentando el libro Lecturas españolas
de Azorín: «¡Patria, patria! ¡Divino
nombre, que cada cual aplica a su manera! Por la mañana,
cuando nos levantamos, repasamos brevemente la serie de ocupaciones
más elevadas en que vamos a emplear el día. Pues
bien; para mí eso es patria: lo que por la mañana
pensamos que tenemos que hacer por la tarde» [13].
Y Machado se apresura a escribir a Ortega: «Su último
artículo publicado en El Imparcial sobre el libro
de Azorín en que hace V. una definición de la patria
tan definitiva, me obliga a escribir a V. nuevamente.
Muy sinceramente le digo a V. que me encanta eso de que la patria
sea lo que se tiene que hacer. No lo hubiera yo nunca
formulado de un modo tan sencillo y admirable» [14].
Más incisivo aún es otro artículo de Machado,
«Política y cultura», publicado en El Porvenir
Castellano de Soria en 1912, y no recogido en sus «obras
completas». La cita es un poco extensa, pero merece la pena:
|
Es
innegable el resurgimiento de la vida española, la
mayor actividad para las ciencias, para las artes, para
la industria, el nuevo afán de cultura ... Como si
despertase de un sueño malo y tenebroso, el hombre
de la pobre tierra de España ha sentido sed de luz,
de conciencia ... No es la España de hoy la España
anémica y visionaria que marchó a un desastre
sin grandeza al son de una charanga bullanguera. En las
aulas, en los ateneos, en el periódico, en la clínica
del médico, en el taller del artesano, en la plaza
pública, aun en el seno de la masa rural, echaréis
de ver este incremento de fuerza, de salud, de vitalidad.
Sólo en una esfera de la actividad española
lo buscaréis en vano: en la política ...
La llamada masa neutra, cuya indiferencia en materia
política inquieta a los caciques afanosos de sufragios,
ni es neutra ni es indiferente. En ella está toda
la energía española, toda la pasión
por el ideal, toda el ansia de nueva vida; porque esos hombres
incapaces de militar en ningún partido ... son los
hombres que piensan y sueñan, educan y trabajan ...
son el maestro, el poeta, el médico, el investigador,
el comerciante, el obrero, el labrador, son la España
viva y fecunda que depura la tradición y prepara
el porvenir.
Toda la intelectualidad española está hoy
de hecho fuera de la política y en ella no tiene
intervención alguna; fuera de la política
está la burguesía ... fuera, también,
la población obrera ciudadana y la trabajadora campesina.
Ésta es la masa neutra, es decir: España.
Sobre ella, los profesionales de la política forman
una vasta colonia parasitaria. Mientras unos hacen la patria,
otros se la comen [15]. |
Obsérvese
primero que en estos párrafos está en germen aquella
brillante y exitosa distinción de Ortega entre la «España
oficial» y la «España vital», que pondría
en circulación dos años después, en 1914,
en su famosa conferencia «Vieja y nueva política»,
pronunciada en el teatro de la Comedia de Madrid.
Pero más allá de las coincidencias entre Machado
y Ortega, destaca ya una fractura entre ambos, que es la relativa
al quién: quién hace la patria,
quién es España... Para Machado está
claro quién hace la patria —y también quién
la deshace (o se la come)—, según los párrafos
acabados de citar; sin embargo para Ortega, después de
desechar la categoría de «pueblo» por romántica
y de definir al pueblo como lo inconsciente colectivo, la «masa
irracional», francamente le quedan muy pocas opciones: no
hay —no puede haber— más sujeto histórico
para Ortega que «los pocos», la «minoría
reflexiva», la «élite», los «escogidos»,
etc.
Ahora bien, en toda esta digresión no perdamos de vista
el punto de partida de Machado, que es su insistencia en que lo
primero es subirse al tren, al carruaje, y ver, ver para enterarse
y conocer. En un artículo publicado en El Porvenir
Castellano de Soria, en julio de 1912, dirá de Azorín:
«el patriotismo de Azorín consiste en procurar conocer
la tierra española y en ayudar a que los demás la
conozcan» [16]. Y poco
después, en el mismo periódico, dice de Baroja:
«Es un hombre original que observa la vida y la
pinta en novelas sin artificio, sin invención novelesca,
en documentos de vida» [17].
En un breve párrafo Machado resumirá la labor de
los escritores de entresiglos:
|
Asistimos
en literatura a un resurgimiento que se caracteriza por
la tendencia a ponernos en contacto inmediato con la realidad
española. El maestro Unamuno, Baroja, Azorín,
Valle-Inclán ... En la obra de estos escritores cuenta
por mucho el elemento exótico; pero no olvidemos
que una intensa y directa observación de la vida
española constituye, acaso, su más alta
virtud. Estos hombres, por cuenta propia y sin auxilio alguno
del Estado, han recorrido, curioseado, estudiado y aun
descubierto mucho ignorado que teníamos en casa
[subrayados míos] [18]. |
Nos
encontramos en 1912, se ha publicado ya Campos de Castilla,
esa galería de hombres y paisajes de España,
Ortega escribe un elogioso comentario del libro, y da comienzo
un interesante intercambio epistolar entre ambos. Y lo primero
que hace Ortega —que en estas fechas se prepara para entrar
en política, con su teoría de España ya madura
bajo el brazo—, es reprochar a Machado el que menos «impresiones»
y más hacer: «Menos impresión, me
dice V. —le contesta Machado—, y más construcción.
—Y añade, conciliador—: Creo que señala
V. con certero tino lo que a mí y a otros muchos nos falta
y nos sobra» [19]. Sin
embargo, en la misma carta, Machado insiste a Ortega en lo que
será en adelante su leitmotiv:
|
A
mí me atrae la vida rural ... creo que de este modo
estoy más en contacto con la realidad española
[20] ... Cuando los
intelectuales, los sabios, los doctores se dignen ser algo
folkloristas y desciendan a estudiar la vida campesina,
el llamado problema de nuestra regeneración comenzará
a plantearse en términos precisos [21]. |
No
creo que Machado escribiera ese párrafo pensando en Ortega
(eso de que «los doctores se dignen ser algo folkloristas»),
pero sea como sea, en ese párrafo resuenan ecos inconfundibles
del pensamiento de Antonio Machado y Álvarez, el padre
de los Machado, y al cual aludiremos en seguida.
Pero el artículo definitivo de Antonio Machado en torno
a estas cuestiones es el titulado «Sobre pedagogía»
(artículo muy poco citado por la crítica, sea dicho
de paso), publicado en el periódico El Liberal,
en marzo de 1913. Extenso artículo, escrito ya en Baeza:
|
Cuando
afirmamos que España necesita cultura [recordemos
aquí a Ortega y su europeización de España],
decimos algo tan incontrovertible como vago, algo que equivale
a proclamar la salud como una necesidad imprescindible para
los enfermos. Que les echen salud a los enfermos, pan a
los hambrientos y cultura a los analfabetos. Muy bien. Pero
todos sabemos que el enfermo es algo más que la enfermedad,
y que la enfermedad no es, sencillamente, falta de salud,
sino algo que es preciso estudiar en el paciente ... También
sabemos que el cerebro de un ignorante no es, ni mucho menos,
una página en blanco. Atrevámonos a afirmar
que tampoco hay una ignorancia, sino muchas, y que es preciso
descender al ignorante para conocerlas ... En suma, es preciso
acudir al analfabeto, y no precisamente para medirle el
cráneo, sino para enterarse de lo que tiene dentro.
En este sentido ... me atrevo a señalar el punto
de vista folklórico de la pedagogía. |
Obviemos
los calificativos de ignorantes y analfabetos —aunque la
tasa de analfabetismo en España en 1913 se situaba aún
en torno al 60 %— y retengamos lo que nos importa: hay que
descender al campo, al villorrio, al último rincón,
para conocer y aprender. Sigue diciendo Machado:
|
A
esa labor de europeizar a España ... que manda al
extranjero jóvenes estudiosos, hemos de darle su
necesario complemento con esta otra labor, no menos fecunda,
de los investigadores del alma popular ... Tenemos jóvenes
que van a estudiar a Francia, Alemania, Inglaterra. Muy
bien. Por muchos que sean, nunca serán bastantes.
Tenemos quienes investigan en archivos y bibliotecas españolas,
con el noble deseo de desempolvar y sacar al sol nuestra
cultura y nuestra historia. Son pocos; hacen falta más.
Pero, ¿quiénes son los investigadores del
pasado, vivo en el presente de nuestra raza? ¡Cuántos
que pretenden arrancar secretos a las piedras de España
han olvidado interrogar a los hombres! |
Y
concluye Machado:
|
Si
las escuelas no han de ser ineficaces ... han de servir
para formar españoles. Pero, ¿sabemos nosotros
lo que es o puede ser un español? [22] |
Pocos
meses después, en una carta a Unamuno insiste Machado:
|
Yo
no me atrevo a decir en público ciertas cosas, por
miedo a que se me crea defensor de la barbarie nacional;
pero temo también que se forme en España cierta
superstición de la cultura que puede ser funesta.
Me parece muy bien que se mande a los grandes centros de
cultura a la juventud estudiosa, pero me parece muchísimo
mejor la labor de V. cuando nos aconseja sacar con nuestras
propias uñas algo de nuestras mismas entrañas.
Esto, que no excluye lo otro, me parece lo esencial. Yo
he vivido cuatro años en París y algo, aunque
poco, he aprendido allí. En seis años rodando
por poblachones de quinto orden, he aprendido infinitamente
más [23]. |
Las
citas podrían multiplicarse hasta los años de la
guerra civil y hasta casi la muerte misma de Machado, pero me
detengo en este año de 1913, ya Machado en Baeza.
Ahora bien, ¿hay algún precedente de esa preocupación
de Machado en que lo primero es conocer lo que hay en casa, que
ya está claro que no es un «desierto arenal»
como le parecía a Larra? He mencionado antes a la Institución
Libre de Enseñanza. Pero quizá hay otro precedente
aún más definido y, sobre todo, más radical:
me refiero a Antonio Machado y Álvarez, que dedicó
su vida a elevar a categoría científica el folklore,
es decir, el estudio de la cultura del pueblo, y a elevar al pueblo
a la categoría de sujeto de la historia [24].
*
Bien. Dejo aquí ese rapidísimo repaso en torno a
un problema que ocupó a Machado en los primerísimos
años 10, el cual he traído solamente como un ejemplo
—entre otros mil que pudiera haber elegido— de lo
que podemos encontrar en los escritos dispersos de Antonio Machado.
En los párrafos acabados de citar, hemos visto a Machado
dialogar con Ortega y Gasset, luego con la Institución
Libre de Enseñanza (en la persona de su antiguo profesor
Manuel Bartolomé Cossío), con Unamuno, con Azorín...
y, retrospectivamente, con su propio padre, Machado y Álvarez,
a quien Antonio Machado redescubrió en Baeza y a quien
dedicó el emotivo soneto «Esta luz de Sevilla...»,
hallándose ya en Segovia. La recopilación de escritos
dispersos de Machado, que publiqué en 2001, ordenados cronológicamente,
es, ni más ni menos, el diálogo de Machado con su
tiempo [25].
En resumen, yo recomendaría a quienes se interesen por
Machado que comenzaran su lectura por la recopilación de
estos escritos dispersos, que no es sino el índice de temas
y problemas que ocuparon a Machado a lo largo del tiempo, o si
se prefiere, su biografía intelectual, que es
su mejor biografía, por no decir la única biografía
que merece la pena de tenerse en cuenta.
Bibliografía
Machado, Antonio, Prosas dispersas (1893-1936), edición
de Jordi Doménech, Madrid, Páginas de Espuma, 2001.
Ortega y Gasset, José, Obras completas, I: 1902-1915,
Madrid, Taurus, 2005.
Notas
[*]
Intervención en el congreso Antonio Machado en Castilla
y León, Soria, 7 y 8 / Segovia, 10 y 11 de mayo de
2007.
[volver]
[1] Mariano José de Larra, «Las
antigüedades de Mérida (I)», Revista Mensajero,
22 de mayo de 1835; en Artículos, edición,
introducción y notas de Carlos Seco Serrano, Barcelona,
Planeta, 1964, pp. 455-56.
[volver]
[2] Reyes Vila-Belda, «La visión
institucionista del paisaje en Antonio Machado», en Jordi
Doménech (coord.), «Hoy es siempre todavía».
Curso internacional sobre Antonio Machado (Córdoba, 7-11
de noviembre de 2005), Sevilla, Ayuntamiento de Córdoba
/ Renacimiento, 2006, pp. 198-229. Véase también
de Reyes Vila-Belda, Antonio Machado, poeta de lo nimio (Alteración
de la perspectiva), Madrid, Visor Libros, 2004.
[volver]
[3] «Asamblea para el progreso de
las ciencias (I)», El Imparcial, 27 de julio de
1908; en José Ortega y Gasset, Obras completas,
I: 1902-1915, Madrid, Taurus, 2005, p. 186 (en adelante
cito por OyG).
[volver]
[4] «Pidiendo una biblioteca»,
El Imparcial, 21 de febrero de 1909; en OyG: 238.
[volver]
[5] «Asamblea para el progreso de
las ciencias (II)», El Imparcial, 10 de agosto
de 1908; en OyG: 188-89.
[volver]
[6] «De re politica»,
El Imparcial, 31 de julio de 1908; en OyG: 194-96.
[volver]
[7] «Observaciones», El
Imparcial, 25 de marzo de 1911; en OyG: 407-408.
[volver]
[8] «Divagaciones (En torno al último
libro de Unamuno)», La República de las Letras,
n.º 14, 9 de agosto de 1905; en Prosas dispersas (1893-1936),
edición de Jordi Doménech, Madrid, Páginas
de Espuma, 2001, p. 208 (en adelante cito por PD).
[volver]
[9] Carta a José Ortega y Gasset,
21 de julio de 1912; en PD: 313.
[volver]
[10] «Nuestro patriotismo y La
marcha de Cádiz», en La Prensa de Soria
al 2 de Mayo de 1808, Soria, 2 de mayo de 1908; en PD:
225.
[volver]
[11] «Nueva revista», El
Imparcial, 27 de abril de 1910; en OyG: 340.
[volver]
[12] «Sencillas reflexiones (II)»,
El Imparcial, 6 de septiembre de 1910; en OyG: 378.
[volver]
[13] «Nuevo libro de Azorín»,
El Imparcial, 23 de junio y 11 de julio de 1912; en OyG:
539.
[volver]
[14] Carta a José Ortega y Gasset,
17 de julio de 1912; en PD: 307-308.
[volver]
[15] «Política y cultura»,
El Porvenir Castellano (Soria), 1 de julio de 1912 (artículo
firmado «Mireno»); en PD: 289-92. Este importante
artículo, como tantos otros, no figura en la edición
de Oreste Macrì de obras de Machado, pues incomprensiblemente
Macrì no recogió los artículos de Machado
sin firmar o firmados con seudónimo (a excepción
de los publicados en La Caricatura).
[volver]
[16] «José Martínez
Ruiz, Azorín», El Porvenir Castellano
(Soria), 8 de julio de 1912 (artículo sin firmar); en PD:
299. Artículo tampoco recogido en «obras completas»,
al igual que el siguiente citado.
[volver]
[17] «Pío Baroja», El
Porvenir Castellano (Soria), 22 de julio de 1912 (artículo
sin firmar); en PD: 302.
[volver]
[18] «Sobre pedagogía»,
El Liberal, 5 de marzo de 1913; en PD: 323.
[volver]
[19] Carta a José Ortega y Gasset,
9 de julio de 1912; en PD: 304.
[volver]
[20] Creo innecesario recordar que a comienzos
del siglo XX España era aún un país eminentemente
rural: en 1910, el 66 % de la población activa estaba ocupado
en actividades agrarias. Hace pocos días recibí
un libro de fotografías que constituye un testimonio impresionante
en este sentido y que recomiendo a los lectores: Publio López
Mondéjar, La huella de la mirada (Fotografía
y sociedad en Castilla-La Mancha, 1839-1936), Barcelona,
Lunwerg Editores, 2005; digna continuación de aquel otro
monumental libro de fotografías de Kurt Hielscher, La
España incógnita (Arquitectura - paisajes - vida
popular), Barcelona, Casa Editorial E. Canosa, 1921. Más
«urbana», pero buen contrapunto a las anteriores,
es la colección de fotografías de Alfonso, publicada
también por Publio López Mondéjar, Alfonso
(Cincuenta años de historia de España), Barcelona,
Lunwerg Editores, 2002.
[volver]
[21] Carta a José Ortega y Gasset,
9 de julio de 1912; en PD: 306.
[volver]
[22] «Sobre pedagogía»,
El Liberal, 5 de marzo de 1913; en PD: 320-25.
[volver]
[23] Carta a Miguel de Unamuno, junio de 1913;
en PD: 341.
[volver]
[24] Debemos la recuperación de
Antonio Machado y Álvarez, tan olvidado, a los trabajos
del profesor Enrique Baltanás, que ha editado sus Obras
completas (3 vols., Sevilla, Diputación de Sevilla,
2005, Biblioteca de Autores Sevillanos). Véase también
de Enrique Baltanás, «Los orígenes de la Escuela
Popular de Sabiduría Superior: la idea de pueblo
en Antonio Machado y Álvarez», en Jordi Doménech
(coord.), «Hoy es siempre todavía». Curso
internacional sobre Antonio Machado (Córdoba, 7-11 de noviembre
de 2005), Sevilla, Ayuntamiento de Córdoba / Renacimiento,
2006, pp. 11-64.
[volver]
[25] Antonio Machado, Prosas dispersas
(1893-1936), edición de Jordi Doménech, Madrid,
Páginas de Espuma, 2001. La recopilación comprende
un total de 265 escritos, entre cartas, artículos, discursos
y entrevistas, de los cuales 72 no figuran en la edición
de sus «obras completas» (de ellos, más de
una veintena eran «inéditos» en aquella fecha).
Todos los escritos fueron escrupulosamente cotejados con sus originales,
enmendando las infinitas erratas y errores que adornan las ediciones
de obras de Machado, incluida la de «obras completas»
de Oreste Macrì, que desafortunadamente no pudo (tampoco
Chiappini) realizar ese trabajo. He de insistir en que esa labor
ecdótica, tan importante y necesaria, es la primera vez
que se hacía. Y por lo que respecta a las cartas (160 cartas,
el grueso de la edición) fueron rigurosamente transcritas,
corrigiendo no pocos errores de lectura, lo cual es comprensible
dada la dificultad de la letra de Machado.
[volver]
Fecha
de publicación: mayo 2007
|